martes, 17 de mayo de 2016

Sangre que clama por justicia

por Esther Gómez y Félix Fernández
La sociedad se ha encargado de discriminar a las personas cuando les parece que sus conductas sexuales no se amoldan dentro de los parámetros “normales”, parámetros que no son sustanciales, pues son creados por el ser humano para la condena de millones de personas que simplemente no tuvieron, no tienen y no tendrán la culpa de amar a su manera. Quienes piensan diferente, durante muchos años, han considerado la homosexualidad como una enfermedad, una anomalía, un acto impuro e inhumano, una aberración y un sinfín de palabras que se utilizan para etiquetar a esa parte de la población. 
Es alarmante que aún en el siglo XXI no se haya logrado la aceptación de algunas personas y que aún la sociedad no conozca el significado de las siglas LGBTI. Es triste que en las calles veamos a mujeres trans que, por el rechazo al buscar un empleo, se ven obligadas a ofrecer su cuerpo como una prenda para conseguir ingresos.

A través de los años, el culto y el apego a pensamientos restringidos ha sido el arma que ha acabado con incontables jóvenes que solamente expresaban un amor sincero. Llegamos a un punto de la historia donde no se vive el respeto ajeno.

Hombres y mujeres también hacemos la historia del mundo, luchando y defendiendo a quienes se ocultan para no recibir el maltrato que les espera si se enfrentan a un sistema que les condena y les señala como personas diferentes, anormales e incluso impuras ante muchas religiones del mundo.
Cuando entendemos que la diversidad siempre ha existido en el mundo, se nos hace más fácil aceptarnos. El mundo ha ido progresando y muchos se fueron quedando en el pasado. Es necesario que se escuchen las voces de quienes fundamentalmente exigen respeto. Se necesita concienciar a las personas en temas de derechos humanos, la ley es el fundamento y la educación es el método más viable para conseguir resultados que favorezcan a toda la población mundial.

El mundo, la sociedad, cada persona debe ser educada para respetar la diversidad que palpa a diario. En el 2011, Nelson Mandela dijo: “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su origen o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar, el amor llega más naturalmente al corazón humano que su contrario”. Lo que nos lleva a entender que todavía existe la magnífica oportunidad para que cada una y uno reorientemos nuestros caminos estimando el respeto hacia cada ser humano.

Hoy, no pretendemos solamente seguir llevando charlas sobre derechos humanos, LLEVAREMOS UN MENSAJE DE RESPETO, levantaremos la voz por personas que han sido asesinadas a manos de quienes solo tienen odio en sus corazones. Hace 53 años, Martin Luther King dijo: “Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”. ¿QUIÉNES HARÁN JUSTICIA por  Lulú  Suarez  García  asesinada  en  2012, por  Alondra  Hidalgo   Cárdenas 
asesinada en 2013, por Giniveth Soto asesinada en 2014, por López Antoima asesinada en 2015, por Johnny Quintero y Wilmari Bellorín Contreras a quienes ultimaron en 2016 y por la gran cantidad de personas que han quedado sin vida en su búsqueda de iguales derechos y las mismas oportunidades como todo ser humano sin exclusiones. No se trata de crear una subcultura o una contracultura, se trata de que seamos incluyentes.

La sociedad debe ser educada para reconocer que la sexo diversidad existe. La vida es un aprendizaje constante en el cual siempre encontraremos perspectivas que no nos parecerán correctas pero dependerá de cada quien intentar construir un mundo mejor y agradable para todas y todos.

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